domingo, 16 de febrero de 2014

Lo que no supone la Fierro

La revista fierro, como sabemos, es una revista de historietas que salió originalmente en 1984 llegando a tener unos orgullosos 100 números. Cayó antes que la industria editorial cerrando esa primer experiencia en 1992. Casi 15 años después, en Noviembre de 2006 tuvo y todavía tiene lugar una segunda etapa. Que cuenta hoy con 88 números. Las cosas han cambiado mucho entre ambas experiencias y esta nueva Fierro se ha encontrado en una significativa encrucijada, para llamarle de algún modo. En un mundo editorial extremadamente concentrado, reducido e intervenido por capitales extranjeros, es objeto de apasionadas críticas y no tan apasionadas defensas. El objetivo de esta nota es, primero, tomar distancia sobre el carácter de muchas de las criticas para luego permitirme algunas reflexiones sobre lo que significa hoy la revista Fierro, lo que implica, los espacios que crea o desperdicia y fundamentalmente la experiencia que no supone, lo que queda fuera de nuestra lectura cuando leemos la fierro.

Entre el apoyo y encono.

Hay dos grandes actitudes respecto a la fierro, por un lado encontramos una suerte de critica apasionada que guarda una fuerte dosis de encono o decepción. Se dice por ahí que no tiene calidad, que debería publicar otra cosa u otros autores, así se descarga una furiosa artillería sobre algunos de los historietistas fijos que aparecen por allí. Se da a entender en otras palabras, que en Fierro debería haber otras cosas. Pero estas cosas que se supone deberían estar en fierro ¿Cuáles son y en virtud de que razón deberían estar alli? Lo que no se pone en juego, es la historia de la publicación, en razón de la cual deberiamos establecer el criterio de “lo que debería estar allí”. Pero incluso ese razonamiento pierde validez si pensamos que en ultima instancia es asunto de los editores y directores de la publicacion decidir que pueden o quieren publicar. Y el criterio de lo que deberia estar alli es tan dinamica como la sociedad misma. Además esta crítica, y esto es importante, proviene de lo que Bourdieu llamaría Campo historietistico, es decir, del mundo de la historieta, son los historietistas y el reducido grupo de lectores aficionados (y un poco intolerantes, como es tristemente usual en el lector posmoderno). Y de aquí se desprenden dos cosas; por un lado la crítica del lector, que le objeta no recibir el producto que desea. Un objecion tambien invalida porque no le podemos exigir a las publicaciones responder a nuestros intereses, podemos dejar de comprarlas. Y por otro lado, tenemos autores molestos por no participar del producto que se presenta. Ambas posturas tienen relación con el enorme caudal de expectativas que genera (o generó) Fierro. Hay que pensar que es, hoy, la única revista de historietas argentinas que se publica aquí. Un país lleno de historietistas, toda la historieta argentina no entra en las 64 páginas de fierro, el mismo modo que no entraba en las 1000 páginas que editaba Columba en los 80. Es decir: todos esperamos de Fierro, mucho más de lo que Fierro puede ser.
Por otro lado, y esto es llamativo, encuentro una actitud de apoyo tibio, ciertamente desesperanzado. Las críticas a fierro, a veces Furiosas, no encuentran respuestas con el mismo grado de pasión, de no ser por alguno de sus editores u autores. Muchos de los que la defendemos, lo hacemos provisoriamente. Fierro no ha conseguido despertar en sus lectores (o al menos en los que conozco) nada más que una pasiva y tímida sintonía de principios. En una entrevista de 2008 (en la revista Jodigoh) ante la pregunta de qué opinaba sobre la revista Carlos Meglia respondía “La compre hasta el número trece, donde salió mi historieta. En realidad yo la compraba de onda, porque desde el primer número vi que era una cagada, “bueno, va a ir mejorando” No. Siguió siendo una cagada y empeoro. Entonces cuando llego el número trece, mal impreso todo deje de comprarla porque yo hago el esfuerzo de comprarla y ellos no hacen el esfuerzo de mejorarla”. Mas alla de la personalidad particular de nuetsro querido Meglia, muy amigo de dar definiciones impiadosas y a veces crueles, es común encontrar lectores de fierro que admiten seguirla, pero sin demasiado entusiasmo. Defendiendo a veces algunas historietas. Se habla del espacio, de lo importante que es que exista. Pero nadie parece emocionarse demasiado con su presencia.

Diferencias entre Fierros

En una nota en Tebeosfera de 2008, Andrés Accorsi analizaba brevemente esta nueva etapa y nos advertía sobre cierta mirada idílica de la etapa anterior “construimos un mito en base a nuestra infalible memoria selectiva. Fierro era… los 25 ó 30 primeros números de Fierro, esa etapa mítica y maravillosa, en la que muchísimos factores (…) se conjugaron y nos regalaron a los lectores algo más de dos años de una revista casi perfecta. Y eso es lo que elegimos recordar cuando se terminó Fierro. Todo lo que vino después, esa Fierroerrática y mutante, esa Fierro que se vuelca hacia la experimentación con resultados a veces grandiosos y a veces estrepitosos, esa Fierro que coquetea con el under, esa Fierro que alrededor del n°70 encuentra otra fórmula viable, pero que alrededor del n°90 se vuelve a empantanar, esa Fierro que llega al n°100 poco menos que arrastrándose y pidiéndole la hora al réferi, no figura en ningún sitio. No es lo que nos gusta, no es lo que nos enorgullece y, por lo tanto, no es lo que elegimos recordar.” Sostiene que es injusto comparar a esta nueva fierro con aquellos primero y buenos números, porque no son representativos del total. Explica que parte de la expectativa y del engaño de comparar a esta nueva Fierro con aquella idílica, tiene que ver con que es el mismo Sasturain quien la comanda “Pero es un Sasturain distinto, con otra agenda, otros intereses, otro equipo que lo respalda y, por supuesto, un par de décadas más de experiencia acumulada. La propuesta es claramente otra, la coyuntura también y si hay algo que se mantiene constante será en todo caso el compromiso de Sasturain con la historieta argentina de calidad.”
Otra diferencia notable entre esta Fierro y aquella es la ausencia casi total de notas y artículos, Accorsi lo atribuye a la cantidad de páginas. Las antologías, sostiene, “cuando existían” no tenían menos de 80 páginas, esta nueva fiero cuenta 64. Según Accorsi “esa cantidad de páginas no deja espacio para las secciones de texto, un rasgo importante en muchas antologías de los ’80 y fundamental en la Fierro clásica.” Por otro lado esta cantidad de páginas hace que las historietas tiendan a ser cortas, de entre 6 y 8 paginas.

Las antologías de los 80 y la simulación del vínculo

Pero detengámonos un momento en este detalle. En esa característica de las “antologías de los 80”, me interesa pensar un poco que significa esa recurrencia de notas y artículos en aquellos espacios editoriales. Un pequeño repaso, un poco asistemático por algunas antologías de los 80 puede darnos alguna idea.
Por ejemplo en el número 38 de la revista Tótem (que curiosamente no dice fecha de impresión pero presumimos que pertenece a diciembre del 1989) encontramos un escueto editorial y varias páginas con una sección llamada “Totem Joven” con críticas, comentarios musicales, deportivos y de cultura general. En la página 34 por ejemplo a propósito del comentario de una revista sobre boxeo dice “el boxeo se esta convirtiendo en una de las excusas estéticas más sobadas de estos años” o en la página 20 “imagino que a esta altura alguien ya te habrá dado la tabarra con los maniacos” (una banda norteamericana) también se habla de Carmel Mc Court, cantante de un trio británico. Como vemos se caracterizan por un lenguaje joven y coloquial, palabras como “sobadas” y “tabarra” parecen ser lo que vuelve joven a la sección. La nota más extensa es una crónica de la convención de Lucca (Italia) de 1989, firmada por el crítico catalán Javier Coma donde se repasa la actualidad de la editoriales europeas de historietas “Moliterni me comento su cese en la editorial francesa Dargaud” “Traini sigue con sus publicaciones mensuales Comic Art y L’eternauta, de las que vende veinte mil ejemplares en cada caso” y termina concluyendo “Lucca es una bocanada de aire fresco”.
En el número 1 de la revista Zona 84, también de la editorial española Toutain de septiembre del 84 nos encontramos también con un editorial sin firma titulado “comentario” donde se explica la continuidad de esta Zona 84 con una publicación predecesora titulada “1984” “tenemos la convicción de que la revista que tienes en tus manos es rotundamente superior a la desaparecida 1984” Hay a continuación una sección “información” con noticias breves de actualidad relacionada a la historieta. Le sigue una sección llamada opinión, nutrida de notas breves de distintos firmantes, por ejemplo en “desde fuera” el escritor Francisco Candel reflexiona sobre el consumo de comics “vengo de la vieja época del comic, cuando el comic no era comic sino tebeo (…) uno leía tebeos, novelas de folletín, Julio Verne y Emilio Salgari, y también Alejandro Dumas” “hoy los mandarines culturales, le han concedido, al fin, al comic, su puesto en el arte”. Hay también una nota de Carlos Gimenez donde recuerda su primer contacto con un dibujante profesional, “mi maestro Lopez Blanco” recuerda cuando lo conoció, enviado por la Editorial Rollan “en esta editorial a todos los chavales que llegaban con su carpetita los mandaban a casa de Manuel Lopez Blanco” y dice “era la primera vez que yo veía un original, un dibujo de verdad hecho por un dibujante de verdad”. En la página 24 encontramos una entrevista a Enrique Sánchez Abuli y en el centro de la revista tenemos un suplemento llamado “puertitas” donde escriben muchos conocidos de estas pampas, Alvaro Abos, Guillermo Saccomanno, Oscar Steimberg y Carlos Trillo. Hay una breve nota titulada “La revista que nos contiene” donde se hace mención a que “casi la mitad del material de Zona 84, tiene textos y/o dibujos hechos por argentinos” y se observa el detalle de que “Zona 84, impresa en Barcelona, llega hora a argentina para mostrarnos que el comic es, también, una propuesta para adultos”. Al lado tenemos un editorial donde se dice que “hemos hablado varias veces, teorizando, de una línea latina. Que muestre que nuestro discurso viene desde la humillación, o por lo menos, desde la pobreza”.
No voy a detenerme demasiado en analizar este mensaje, solo me llama la atención como se asuma una posición de dominación cultural, desde donde la línea que nos pertenece es aquella que encaja en el lugar que desde la óptica de metrópoli nos corresponde (la humillación y la pobreza). La sección sigue con varios comentarios sobre distintas publicaciones y obras, hay una nota sobre el trabajo de Carlos Nine y en la última página hay un artículo llamado “otra vez Oesterheld” donde se usa una extraña cita de Conrad (“oh el horror…el horror”) para introducir sendos comentarios sobre la represión militar que termino con la vida de HGO. Se dice “habiendo desaparecido en 1977, este autor durante mucho tiempo fue publicado y sus lectores pensaban que estaba vivo sin saber que era una de tantas víctimas del proceso de reorganización nacional”
Ahora sí, llegamos a la primer época de Fierro. En el numero 5 encontramos una suerte de editorial sin título (más adelante parecerá bajo el nombre de “editorieta”) donde Sasturain festeja la repercusión del concurso “fierro busca dos manos” y dice “Fierro camina en una dirección que invita a muchos a seguirla y eso crea una expectativa de la que nos sentimos en parte responsables”. De la página 23 hasta la 26 hay un correo de lectores. En la 50 una sección llamada “el hombre ilustrado” con micelaneas breves relativas al mundo de la historieta. Hay una nota sobre los 10 años de la revista Skorpio “toda la historieta argentina del setenta le debe mucho a ese medio que intento, con sus límites sin duda imprecisos hacer un producto respetable y sin duda lo logro” Luego hay una nota en relación al concurso ya mencionado en el que participaron 438 personas a quienes se nombra en un listado. A continuación hay un artículo titulado “consideraciones después del diluvio” donde se advierte que “hubo que premiar a algunos y colgar a la inmensa mayoría. Y eso no es fácil porque se percibe el fervor, la creatividad encauzada en un género que se ama profundamente”. Finalmente entre las páginas 79 y 82 hay una sección llamada “con un fierro” con críticas de cine y literatura.
Más avanzados los números encontraremos la sección “la ferretería” de Spataro y Cia. Con noticias breves sobre la historieta en todo el mundo. La sección “Disparos en la biblioteca” con críticas sobre novelas policiales y de género. En el número 12 de agosto de 1985, en la sección “el hombre ilustrado” hay una extensa crónica del 5 salón del comic de Barcelona, al cual fueron algunos redactores y autores de la revistas y donde la revista fue premiada como mejor publicación periódica. Según se cita, en los considerandos del premio, este se debe a “la recuperación de la historieta argentina al compás de la recuperación de la democracia”. También se anticipa la edición de “El Libro de Fierro” dedicado a la obra de Oesterheld “con todos los personajes como nunca se los junto” y se anticipa también la muestra “un año de fierro” que vería la luz en el centro cultural San Martin. En el numero 14 (septiembre del 85) encontramos una crónica sobre esa misma muestra, con fotos de la exposición, los artistas y los editores. En el número 61 (de septiembre del 89) las notas, una entrevista al director de cine Jorge polaco y otra sobre la colaboración de Altura con el trabajo del director argentino Luis Puenzo hasta se anuncian en la tapa. Encontramos también notas de Fabián Polosecki.
Lo importante de todo este recorrido es observar como desde las notas se buscaba representar una realidad, cubrirla, dar cuenta de ella. Los pasos de fierro (la muestra, las publicaciones, la participación en eventos) son huellas de acción, de movimiento, de vida. Eso de caminar que invita a muchos a seguir los pasos, a participar. EL otro costado de las notas era la parte crítica. Las críticas de arte (ya sea cine, literatura o música) ofrecían elementos de análisis. Estaba la intención de significar, de dar sentido a la lectura. Subyacía la idea de proponer herramientas de lectura (lo que en edición se le llama aparato critico), te ofrecían las historietas y también la clave para poder disfrutarlas mejor. Para debatirlas. Y debatirlas en torno al resto del espectro artístico. Algo de eso se insinuó en la última etapa con las notas de Laura Vazquez. Pero aquí quedo como una experiencia individual, como un intelectual solitario hablando solo. Y es que el resto de la revista no acompañaba el esfuerzo. En el resto no había contexto para la reflexión, ni vestigios de algún tipo de aparato crítico.
Y si combinamos las dos cosas, la crítica y la crónica del movimiento artístico llegamos a uno de los fenómenos más interesantes que tenía esa primer fierro y es un tipo particular de vínculo con su época. Como vimos, este tipo de relación no era exclusiva, venia un poco heredada de las revistas de historietas españolas. Un vínculo exacerbado, un poco exagerado, repetidamente expresado y sobresignificado. Un vínculo, en otras palabras: simulado. Y es que Fierro buscaba intervenir, proponer para la historieta un lugar mejor que el que tenía, -como parte de un fenómeno mayor, como vimos en la Zona 84, eso de los mandarines que le reconocen a la historieta su verdad de arte- y para ello debía participar en lo social. Por eso vivía simulando un vínculo que no tenía del todo o bien solo tenía por momentos. Había una necesidad de decir cosas, en y por las historietas. Las que, por ello, se encontraban sumergidas en una subjetividad tan grande que cualquier experimentación era posible. Pensemos que fue en las revistas de la Urraca y en algunos artículos sueltos en Fierro donde Sasturain propuso una relectura de Oesterheld y la historieta argentina. Se buscaba conectar con lo social, con el resto de las experiencias artísticas, y las veces que la acción de relación excedía el mundo del papel (la muestra del San Martin, la bienal de la historieta, el salón del Barcelona) era traía al papel por medio de la crónica periodística. Pienso que en el otro extremo, Columba en cambio, vivía disimulando el vínculo que tenía y que se esforzaba todo el tiempo en sostener y renovar. Era la editorial del millón de seudónimos, de los escondites de lo popular. De los miles de lectores silenciosos y silenciados. De la ausencia total de aparato crítico, de notas aisladas que apenas aparecen para presentar una serie, o en un acontecimiento excepcional.
La vieja Fierro le disparaba con la historieta a la cultura, a esta nueva fierro no le interesa el tema. Trata a la historieta como un objeto dado sobre el cual ya se puede decir muy poco. Una experiencia que como ya no es social ni puede volver serlo, esta confinada a los límites del papel o peor aún, de la página impresa.

Sintonizar en la época

El tema, entiendo, pasa por una cuestión de sintonías, de sensibilidades sociales. Uno podría leer cualquier número de Fierro de esta nueva etapa y no podrá adivinar si fue editado en los 50, en los 70, en los 90 o en 2013. En cambio si uno lee la primer época de Fierro, algo de los 80 llega en la lectura. Leer la fierro de entonces, era un poco, viajar al imaginario cultural, a las sensibilidades sociales de los 80, al optimismo de la vuelta a la democracia. Y si eso no se lograba por medio se las historietas, se lograba a partir de la simulación del vínculo . Es que esa Fierro, a su modo, pertenecía a los 80, interceptaba su época. Se conectaba allí y es necesario contextualizarse un poco para poder entender y disfrutar lo que ofrecía. Ya desde el subtitulo “historietas para sobrevivientes” proponía una lectura histórica, se sobrevivía a la catástrofe de la dictadura y la sistemática destrucción de la cultura. Al mismo tiempo, podemos decir, que se operaba una enorme negación de la experiencia que la historieta argentina vivió en la dictadura, porque la industria de historieta no murió cuando cerro Frontera ni cuando empezó el proceso.
Y hay que hacer aquí una distinción, entre este concepto de sintonía con una simple relación de oferta y demanda. “lo que el público quiere” no es lo mismo que lo que el publico siente, lo que le pasa. Decir que algo intercepta una época, significa que integra el mundo social, que pertenece a él, que participa de sus contradicciones, ya sea obedeciendo a sus negaciones o desarmándolas, asumiendo o revelándose, pero participa de ese entramado. Y puede no ser lo que el público demanda. El vínculo no necesariamente se expresa de manera consciente. Para usar una concepto que ya utilice en otro lado, podríamos decir que se trata de “estar en relación”, no desde la impostura sino desde la cultura. Desde la sutileza de valores y experiencias sociales que integran una época. Incluso las historietas de evasión (aquella acusada de escapista y conservadora) mantiene una fuerte relación con su contexto, porque los mecanismos de evasión trabajan sobre la realidad que se pretende evadir. Su imaginario contiene lo evadido. La primer fierro es un producto de su época, de sus debates culturales, casi un patio trasero para la historieta argentina y suponía en su existencia gran parte de la historieta que no publicaba.

El lenguaje, la higiene artística y la normalización


A esta nueva fierro no le pasa lo mismo, en parte porque esta atravesada por dos tristes experiencias que deberíamos revisar. La primera tiene que ver con esa extraña certeza de que la historieta ya no puede significar nada socialmente (de lo que ya he escrito algo) y que por tanto no volverá jamás a ser masiva y popular. Esta idea, además, se conecta a la, todavía más extraña, asociación de la historieta al lenguaje. Se ha instalado, sin debate previo ni las argumentaciones del caso, que la historieta es un lenguaje. Creo yo, que en parte como una nueva víctima de lo que en ciencias sociales hemos padecido como “giro lingüístico” que fue un momento en que la metáfora del lenguaje parecía servir para todo y era indiscriminadamente usada para cualquier cosa. La lingüística de Sassure y luego la escuela de Praga nos hizo ver la enorme complejidad de la lengua y no sé qué tipo de reduccionismo hizo que lenguaje se convirtiera en sinónimo de complejidad, y entonces cualquier cosa compleja era un tipo de lenguaje. Todo reducido a la experiencia de la comunicación aderezado con relaciones sintagmáticas y paradigmáticas.
Es curioso como los historietistas asumimos de buen grado que la historieta es un lenguaje y no exigimos que la metáfora del lenguaje sea exportada, también, a las otras artes ¿Por qué la música no es un lenguaje si mantiene todavía más elementos en común con el análisis lingüístico, son famosas las comparaciones de Levi-Strauss sobre la lingüística y la música? ¿Por qué la literatura no es un lenguaje?
Pasa que asimilar a la historieta al modelo del lenguaje nos impide arribar a la discusión de la fruición artística -Nadie disfruta de un lenguaje, pero nosotros si podemos disfrutar la lectura de una historieta- al mismo tiempo que subordina al objeto artístico a un medio de comunicación, a un instrumento. Camino por el cual llegamos luego a la noción de función y si la historieta es un lenguaje, su función inevitablemente será la de comunicar, para lo cual, ciertamente, hay lenguajes mejores; el destino inexorable de la historieta pensada como lenguaje no será otro que el de desparecer en manos de algún lenguaje mejor. Como ha sucedido con infinidad de lenguajes. Nadie habla hoy el sanscrito, sino en espacios subterráneos como los que queremos asignarle a la historieta. La historieta es así convertida en una lengua muerta.
La otra triste experiencia tiene que ver con la diáspora de los artistas tras el fin de la industria editorial y la ecuación artística que se vieron forzados a realizar. Cuando terminaron de caer las editoriales, sabemos, muchos artistas no tuvieron más remedio que dirigir sus producciones directamente al extranjero, que se convirtió, además, en el único destino posible de la historieta argentina. Es curioso que nadie haya reflexionado sobre lo que este desplazamiento implica para la producción misma. Este producir para afuera supone una reformulación de los imaginarios posibles, de las historias y los elementos que en ellas participan, no se trata ahora de una “historieta comercial” sino de una historieta “comercializable”, es decir, un producto que pueda ser ubicado en distintos mercados. Por tanto desconectado del contexto, aislado de las experiencias sociales que viven sus autores. Una historieta higiénica, libre de la suciedad de la época y la cultura. Así llegamos a cierta normalización, que va en sintonía con todos estos productos globales que dicen muy poco de las sociedades donde se producen y menos aun de las sociedades en las que se consumen. Habría que estudiarlo bien, pero me arriesgaría a decir que hemos asistido a la reducción de los mercados culturales locales a costa de la expansión de los mercados globales. Hoy se produce menos cultura y es consumida por menos gente en términos absolutos, pero circula en todo el mundo, un mercado gigantesco resultado de la sumatoria de mercados reducidos y en una autopista de una sola dirección.

Lo que queda afuera.

Decía más arriba que hay cosas que quedan fuera cuando uno lee la fierro. La vieja fierro contenía en sus páginas tácitamente toda la historieta industrial y de aventuras que no publicaba, porque respondía a ella y pretendía sobrevivirle. Esta nueva Fierro tiene muy poco del under que se vio forzada a vivir y padecer la historieta argentina a partir de 1990. La intención de dar cuenta de un fenómeno social ha desaparecido en la supuesta certeza de que este fenómeno ya no existe. De ahí que los autores under, incluso los consagrados son perfectos desconocidos para los editores de fierro. Nada de toda la “resistencia” de la historieta argentina (esa que organizo eventos, publico miles de fanzines, rescato autores del olvido para homenajearlos y conocer sus experiencias, que formo colectivos artísticos y editoriales con mayor o menor éxito) ha sido puesto en valor en la nueva fierro, algunos autores están, pero luego de haber recorrido para llegar el mismo camino que cualquier ilustre desconocido, somos todos nuevos porque nadie es nadie, y nadie es nadie porque no hay historia. Consecuencia de que el pasado no importe. Y no vamos a encontrar una sola nota en relación a los fanzines, ni a los blog, ni a los miles de eventos de historieta que se hacen en argentina, donde como he dicho ya en varios lados, se construye sentido para la historieta, eventos a los que además fierro no pierde el tiempo en estar, siquiera para marcar una tendencia distinta a lo que se ofrece. Tampoco vamos a encontrar notas sobre el manga o el anime (que si uno se suscribe a las páginas de fierro parecieran ser fenómenos que no existen, la vieja fierro no cerraría los ojos, tendría algo parar decir al respecto). Durante la existencia de esta nueva Fierro se hicieron dos ediciones del congreso “viñetas serias”. El primer congreso académico de investigación sobre historietas, en el participaron muchos de los autores de Fierro y hasta dio una conferencia Sasturain. El mismo Sasturain y Robin Wood fueron homenajeados en la legislatura de Buenos Aires, sin embrago en la revista no hay huella de todo eso. Apenas en alguna de las notas de Laura Vazquez (que participio de la organización de Viñetas serias) se hizo hubo alguna mención sobre los eventos de historieta.
La primer fierro, como vimos, usaba a sus paratextos de un modo muy particular, con una intención a veces de rescate, a veces de puesta en valor de obras y autores, a veces de difusión. Formas del contacto. Maneras de establecer un vínculo, ya sea simulado, ya sea real; vinculo al fin. Esta fierro, en cambio, salvo por el editorial adolece de todo paratexto. No pareciera que tenga muchas cosas para decir, apenas algunas historietas para publicar; pareciera buscar con la cultura argentina, con su movimiento social, la mayor distancia posible.