domingo, 8 de mayo de 2016

Entrevista Kokin Kokambar (09/02/2012)

El bar estaba completamente vacío, pero como si no se diera cuenta de ello, el empleado del Starbucks pregunta “¿Cómo lo llamo cuando esté listo el pedido?” Y Kokin Kokambar, casi sin alterarse, como si lo hubiese pensado y practicado todo el día, responde: “Batman”. Medio desencajado el chico agarra un marcador indeleble y anota “Pacman” en el vaso de plástico. Después, cuando el café este efectivamente listo, el empleado apenas dirá un “Eh, chicos, ya está”. Así empieza la nota con Jorge Moyano, más conocido como KOKIN KOKAMBAR. Un historietista de treinta y dos años que a esta altura ya exhibe una considerable producción. Empezando con el Capitán Supositorio, que ya va por el tercer volumen, y Magia y misterio. Ambas historietas se publican semanalmente en su blog.
Las historietas de Kokin se caracterizan por un tipo de humor absurdo, lleno de referencias literarias, políticas y del propio mundo de las historietas. Hay además una forma de estructurar las historias, una ingeniería de construcción del relato poco frecuente en los historietistas de su generación; por eso no le creemos cuando nos dice que no sabe cómo lo hace y casi hastiado confiesa “Soy un completo fraude, un mentiroso profesional.” Tampoco le creemos cuando asegura “Como me cuesta mentirle a la gente porque soy muy tímido, me miento a mí mismo cuando hago las historietas”. Puede parecer extraña nuestra actitud, la de no creerle a nuestro entrevistado, o la de creerle algunas cosas, pero pasa tal vez que lo conocemos y no le permitimos que nos engañe con su genio. El bar está vacío, una suave pieza de jazz musicaliza ambiente, y mientras el chico escribe PACMAN cuando le dicen BATMAN, nosotros dudamos de los nombres, ponemos sobre la mesa una pila de fanzines y buscamos al historietista que hay detrás de KOKIN KOKAMBAR.

¿Cómo te acercás a la historieta?


Me acerco a la historieta por mi padre, que leía muchísimo y cuando yo era chiquito me llevaba todas las tardes a comprar revistas de historietas a una tienda que vendía revólveres e historietas usadas. Era una armería que vendía historietas usadas, había escopetas por todos lados y un montón de Condoritos y revistas de Novaro. En Lomas, en Temperley. Era un sucucho, un lugar donde menos te esperabas que haya una casa de Caza e Historietas.

¿Y cuándo empezás a hacer historieta?

No sé el día exacto, pero se puede fechar. Fue el día que censuraron el programa de Tato Bores. El día de la censura no. El programa después, que iban un montón de artistas al programa y cantaban una canción. Yo me había quedado a dormir en la casa de mi abuela y cuando vi que censuraron el programa, yo sin cazar una, tendría doce años. No sé por qué me agarró tal indignación que agarré un montón de hojas, e hice una historieta donde el Capitán Supositorio iba y le pegaba a la jueza Servini de Cubría.
¿Ya habías inventado al Capitán Supositorio o lo inventaste en ese momento?
El Capitán Supositorio eran unos cuentos que me contaba un tío mío. Y lo adopté porque era lo que me gustaba. Le pedí permiso, después de mucho tiempo.
¿Y cómo fue que dijiste voy a intentar ser historietista?
Después de leer El Eternauta empecé a hacer historietas, también con el Capitán Supositorio. Después no me gustó más, ahí empecé a leer Superman, Batman, las de Perfil, y quise dibujar más parecido a los superhéroes. De hacer los monigotes a pasar a un dibujo menos icónico. Ahí empecé a copiar a Superman, Batman hasta que me empezaron a salir mal y con eso empecé a hacer historietas. Hice un montón de historietas. Hice como 120 páginas en hojas de cuaderno, que en el transcurso de eso aprendí a dibujar, eso fue más o menos del 96 al 98. Que empecé a hacer otra historieta del Capitán Supositorio también de 150 páginas. Que es más parecida a lo que hago hoy. Que la perdí.

¿Y estudiaste dibujo?

No. Fui a un, como supongo que habremos ido todos, tres meses a la gorda del barrio que dibuja. Después estudié diseño gráfico y ahí sí tuve una educación formal sobre la imagen. Pero ya en la facultad, y ya dibujaba. No sé si influyó en mi forma de dibujar. Y después estudié animación, que ahí me profesionalicé un poco más. Puse cosas del dibujo animado en la historieta, cómo construir algunas cosas.

¿Cómo trabajás el tema de los guiones?


Escribo un guión y después no le hago caso. Para ser honesto, nunca hice guión hasta las últimas del Capitán Supositorio. Viste que tiene cuatro partes, recién la tercera parte se puede decir que tiene un guión posta como tiene que ser. Como me enseñaron que se hacía. La primera parte es pura improvisación. En la segunda, hice una escaleta, tenían que pasar un montón de cosas. Y bueno, “todas estas cosas tienen dos páginas, viene esto, esto y esto”, pero no sé si llega a ser un guión. Primero hago el lápiz con los diálogos, después lo paso a tinta. Después, cuando paso a tinta el diálogo, reescribo todos los diálogos, casi siempre. Uso tipografía de fuente por eso, para corregir y para reescribir muchas cosas que no me gustan. Hay muchas páginas a las que les cambié el diálogo completamente. Pero ahora sí, laburo más con guión. Las últimas de Noviembre, por ejemplo, sí hago el guión. Pero siempre fui más de improvisar. Con Magia y misterio, ponele, sí había hecho una cosa más organizada pero nunca mas allá de la escaleta. Tal tira pasa esto, tal tira pasa otra cosa. Y lo que pasaba en el medio lo rellenaba como me salía: hacía un índice argumental.

Pero cuando vos llegás a la escaleta ya tenés una parte de la historia modelizada. Quiero decir, hay una génesis del trabajo que es anterior a la escaleta, que es en sí una manera de organizar el trabajo. Por ejemplo, en el Volumen 2 del Capitán Supositorio, al principio aparece un personaje que tira ladrillos al espacio…

Esas cosas raras vienen de El teatro de la tinta. En una época no tenía tiempo para dibujar. Publiqué algunos en Sudestada. Una idea que se me ocurría la hacía en forma de cuento y hacía un dibujito y los ponía todos en un cuaderno, hacía cien, un montón. Y después cuando necesitaba, no tanto personajes, sino más bien ¿cómo se llaman..? Los motivadores de la acción, que hacen que una historia avance. Los ladrillos al espacio eran de un cuento de un tipo que tiraba chanchos al espacio para asustar astronautas, creo que era el sobrino de Pinochet, o Pinochet mismo que quería asustar astronautas y mandaba chanchos vivos al espacio para que los astronautas los vean y se asusten y lo convertí en un tipo que inventaba una máquina de tirar ladrillos al espacio. Algo completamente al pedo, absurdo.

Que después termina siendo una bitácora personal del personaje.

Claro, un diario íntimo del hombre este. El deseo de trascender…

Y después sigue en el planeta donde llegan todos estos ladrillos, que creen que son cartas.

Y eso fue casualidad. En algún lado tenían que parar, y después de ahí pasó que las devolvían y caía un meteorito, entonces calculé cuánto tardaban en llegar y cuánto tardaba en volver el meteorito y me quedaba a mitad de la cronología.
Entonces puse a los superhéroes anteriores. Que en un principio, por ejemplo en el primer volumen, eran contemporáneos a todos los demás, era un grupo de inmigrantes jubilados italianos pero eran contemporáneos. Todas las quichicientas páginas que hice en la adolescencia están reformuladas, de cierta forma, en esta. Como las perdí no importa. Hay bastante de autoplagio. Pero está mucho más profesionalizado que lo que hacía antes, que era un desastre. Había aprendido muchísimo con otras cosas. O sea, mi idea era hacer la mejor historieta que pudiera hacer, entonces a todo lo que hice que se me había ocurrido, darle una forma profesional con lo que ya sabía y a medida que iba terminando una historieta aprendía mas cosas y de vuelta a empezar. No sé si van quedando uno mejor que el otro, pero profesionalmente están mejor.

¿Y al fanzine cómo llegaste?

Hice un fanzine de Magia y misterio anterior a este [el que está sobre la mesa] cuando estaba en el IDAC, publicando esto mismo. Habré impreso cincuenta, vendí cinco y el resto lo regalé. Recuerdo que fui a una convención invitado por la revista Sudestada, en esa época yo ya estaba publicando en Sudestada, del cumpleaños de la revista Comiqueando. Y ahí lo encontré a [Santiago] Slaby, que ya lo conocía, me presentó a Brian [Janchez]. Dije “Hola qué tal, hola qué tal”, a vos no te vi, pero estabas por ahí, estaban los hermanos Mira. Y después de ahí corté con la historieta por cuestiones de la vida. Fueron tres años en los que me dediqué a tener una vida normal digamos. Y dejé absolutamente de dibujar, de escribir, de todo. Y después dije “a la mierda” y me metí de lleno a la historieta. Justo fue la época en que volví a trabajar al puente. Antes hacía cualquier cosa, hice de todo, videojuegos. Trabajé en una imprenta, en un salón de juegos infantiles. Fui encargado de informática y personal en la delegación municipal de Temperley y de ahí largué todo y me fui a vender salamines, que es el mejor trabajo del mundo. Se gana poca plata pero podés dedicarte a cosas como esta. Te queda tiempo para dibujar. En el puente estuve quince años, desde el 97.

¿Y la experiencia con el fanzine del Capitán Supositorio cómo fue?


Empecé con el blog primero, y cuando llegué a un montón de páginas, dije “bueno, voy a hacer una revista”, y boludeando en internet no sé dónde carajo vi lo de Viñetas sueltas, mandé un mail. Me respondieron que había lugar para vender los fanzines y fui, sin saber nada de cómo era el asunto. Y fui y armé. Conocí a un montón de colegas y ahí empecé a relacionarme con otros historietistas. En esa época era muy raro leer historietas y más que nada hacerlas. Ahora los pibes leen mangas, casi todos. Antes era bastante complicado.

¿Y de la experiencia del blog, qué te parece positivo?


Más que nada la relación con gente a la que le interesa el tema.

¿Eso llegó por el blog?


No, eso llegó más que nada por el fanzine. Por el blog, no sé. Porque es la forma de estar. Yo el blog lo empecé para hacerme millonario, obvio. No me hice millonario pero por ejemplo a través del blog conocí a Oenlao, que después publiqué en tres libros con él. Resultado da. Me dio contactos. Para relacionarse con gente a la que le interesa el tema y para mostrar “esto es lo que yo hago”, y no hace falta gastar plata para imprimir revistas que salen caras y después nadie las lee o las lee y no te dicen nada. El fanzine tiene el problema de que sale caro, hoy sale caro. Cuando yo empecé salía bastante y hoy sale re caro. Necesitás mucha plata para hacer fanzine hoy. Necesitas 600, 700 mangos. Son como tres asados. Antes con un asado te hacías una tirada, ahora tenés que hacerte tres asados y se te va a la mierda. Después no recuperás la plata nunca, tenés que venderlos al costo. Pero también sirve como difusión, como tarjeta de presentación o como fundamento de la vocación. “Yo quiero hacer esto”, y es tangible lo que hiciste.

¿Y el circuito de los eventos cómo lo ves?

Hay eventos que son comerciales y hay eventos que son culturales. Los dos están equivocados, tendría que haber una sola línea que sea mitad y mitad. En los muy comerciales vendés un montón pero nadie le da bola y los muy culturales le dan bola a tres tipos y a los fanzines los miran por arriba. Siempre el fanzine en el rincón, nunca un evento en el cuerpo principal. Editorial seria y editorial de chicos que están en la pavada. Que básicamente se diferencian por la inversión que tiene la publicación y no por la calidad de la historieta. Porque yo también si tengo plata me hago un libro a todo culo. Me alquilo un flor de stand y qué soy, ¿Moebius? No sé, los circuitos son como muy caretas todos.
No sé ni siquiera si hay que vender las historietas, ahora con todo el cambio tecnológico que hay para mí hay que ganar plata de otra forma. Está muy revuelto el mar de la cultura como para asegurar que tenés que hacer un libro, una revista, o tenés que hacer una revista digital y cobrar canon. Para mí no se puede asegurar nada. Por lo pronto yo lo hago gratis. Si gano plata es con otra cosa. La verdad que no me imagino ganando plata por hacer historieta. Y eso es complicado. Si me voy a preocupar por cómo ganar plata haciendo esto, no haría nada. No puede ser la ganancia el motivo que te lleve a hacer una historieta. Para mí te sale peor. Los dibujos que hice por plata son todos una poronga, honestamente. Eso denota que soy poco profesional.

Lo que estás haciendo ahora en Noviembre, la historieta del puente, ¿cómo fue que dijiste “hago esto”?

Me dijo Brian, “hacé esto”. Me dijo “por qué no haces una historieta sobre Temperley”, y como soy un gran profesional, contradictorio, dije “bueno, dale”, y empecé con eso. Que igual ya se me había ocurrido, había pensado en hacer algo parecido. Pero nunca tuve ganas de hacerlo hasta que vinieron los muchachos de Ediciones Noviembre y me dijeron “hacete algo así”, con todas las anécdotas que iba recopilando de esa etapa.

¿Está construida con anécdotas reales?


Ah, eso es todo verdad. Exageración, poco. Por ahí no pasaron todas las cosas el mismo día. Pero es todo posta. Qué sé yo, a ver, por ejemplo. Está el negro, está el ciego. Lo del ciego es verdad. Ve, pero por ahí ve cinco minutos sí, cinco minutos no. Dos horas sí, dos horas no. Eso sí es una exageración. Todo es posta sólo que son cosas ocurridas a lo largo de quince años, no es que es un circo todos los días.
Sobre facebook, que como veníamos diciendo en alguna entrevista anterior es como un motor de relaciones. A diferencia del blog, el blog no generaba relaciones per se. El facebook sí. Si vos tenés una mínima actividad te va ofreciendo amigos, que no necesariamente son amigos tuyos, pero por relaciones, por semejanzas, te los termina ofreciendo.
Al final terminamos todos teniendo los mismos ochenta amigos en común y no nos vamos de ese círculo.

¿Cómo lo ves eso? Por ahí sirve más a la interrelación entre historietistas que entre historietistas y el público.


Y eso no nos sirve. Nosotros tenemos que llegar a la gente que no lee historietas. Para mí te relaciona más con la gente que hace, en mi caso con la gente que hace historietas que con la gente que las lee y hay que llegar a la gente que no las lee pero que podría llegar a interesarse. El tipo que hace historietas no te va a dar mucha bola. Porque está ocupado haciendo historietas.

Tampoco sé si lo que necesitamos es leernos entre nosotros, tal vez esa cosa debería darse por sentado.


El facebook te termina llevando a un círculo más grande, pero círculo al fin. Te quedás ahí. No sé si salís. Por ahí tenés que agregar gente al azar para llegar a otra cosa. Yo creo que los mejores contactos o las mejores devoluciones que tuve sobre mis historietas llegaron por lugares que nada que ver. Que nunca les diría “mirá lo que hago”. Van, te leen toda la historieta y te hacen una crítica. Es gente que no te salta en las ventanitas de facebook ni a ganchos. Y son críticas, incluso, valiosas. No sé si me da decirle a otros profesionales que vean mi laburo. No sé si lo hago para ellos.


* Esta entrevista salio originalmente en la Revista Digital Noviembre Primera temporada A principios de 2012.