domingo, 26 de agosto de 2012

Los congresos. Posición e intervención científica.

Hoy quiero escribir sobre esas realidades secretas que son los congresos científicos. Y quiero pensarlos desde la reducción en la que son habitualmente propuestos, como una función de vida académica, una función estrictamente curricular. Hay que participar de los congresos para tener curriculum. Pero también quiero pensarlos desde otro lugar, opuesto y significativamente más interesante: el carácter de la producción y socialización de conocimiento. Pensando siempre en la idea de la intervención. De intervenir en la realidad, de generar cambios. Que es en síntesis el objetivo final de la ciencia.


La función curricular



Habría que fechar el momento exacto en que los congresos dejaron de servir a la ciencia para ser apenas un elemento más de la vida curricular. La reducción es inconfundible, los congresos no pagan las ponencias, son los ponentes que deben pagar su participación. No importa que desarrollar cualquier ponencia implica un trabajo de investigación primero –trabajo arduo si uno se aboca una sincera metodología científica- y un trabajo de redacción después. Es decir, desarrollar un paper científico implica un trabajo científico. Pero no solo nos parece bien que no sea remunerado sino que no nos alarma que uno deba pagar para publicarlo. Para contribuir a la ciencia. Parece que la ciencia no quiere avanzar. Entonces aparece el tema del curriculum y la vida académica, donde publicar ponencias es importante para acceder a becas primero y mantenerlas después. Así, cuando se organizan estos congresos no se pretende contribuir a la ciencia sino justificar algunos aspectos de esa vida académica. Detrás de esto la lógica es clara, se le brinda un servicio a los ponentes y becarios y ellos, como corresponde en una sociedad capitalista, deben pagarlo.
Es cierto, por otro lado, que los congresos deben ser financiados de algún modo y que esta contribución de los ponentes “este pagar para socializar conocimiento” contribuye casi exclusivamente al financiamiento de los congresos. Otro aspecto particular es que la difusión de algunos congresos sea casi secreta. Algunos amigos que presentaron trabajos en el último congreso de antropología Realizado en la facultad de filosofía y letras (del que hablare mas adelante) me contaban que se enteraron de casualidad las fechas de inscripción. A mi me paso que viendo frecuentemente la pagina de la Filosofía Y Letras, cursando allí y revisando también con frecuencia la cartelera del departamento e incluso la pagina oficial del congreso de antropología me fue imposible enterarme de las fechas. No hubo publicación, ni un canal de comunicación inconfundible, claro y conciso sobre el acontecimiento. Las fechas prácticamente fueron publicadas cuando habían vencido en la poco actualizada página del congreso. Hay que estar en el Conicet o tener algún conocido en la organización para saber del acontecimiento. Participar de alguna secreta red. El curriculim es algo valioso. El decanato envía frecuentes mails hablando y denunciando al centro de estudiantes de las cosas mas variadas pero nunca uno que informe sobre la vida académica, esa en la que se juega el futuro científico del país. El congreso de antropología se realizo en Filo y el decanato parece no haberse enterado. Este año se organizara también en filo un congreso de letras, los mails siguen sin llegar.




La función científica




Los congresos científicos ocupan un lugar no menor en el campo científico, mas allá de su reducción curricular, son espacios donde las disciplinas se discuten a si mismas. Se actualizan en términos de investigaciones, de metodologías, de problemáticas. Socializar conocimiento implica todo eso. También, y por ahí este es el punto, también son lugares de disputa. Son espacios donde los distintos paradigmas, con todo lo que implica un paradigma, discuten su posición dentro de la hegemonía científica. Espacios propicios para proponer nuevas miradas y nuevas problemáticas para la investigación científica. Las disciplinas, en los congresos, disputan los espacios académicos del quehacer científico. La historia de cualquier corriente científica puede y suele contarse a partir de ciertos congresos. Cuenta Reynoso en el Surgimiento de la Antropología Posmoderna que entre los antecedentes del movimiento su fecha de nacimiento deber ubicarse en “Seminario de Santa Fe, llevado a cabo en la School of american Research en la ciudad de nuevo México en 1984” en ese seminario-que semeja mucho a lo que podríamos llamar congreso, se generaron y publicaron documentos y ponencias, se socializaron posturas e investigaciones. Se planteo un programa. De allí salió “Writing Culture” esa suerte de manifiesto y compilado de la antropología posmoderna, donde podemos encontrar a casi todos los autores de aquella corriente.
Entonces los congresos tiene dos funciones propiamente científicas, el aporte real al conociendo científico y un costado mas político sobre el quehacer y posesión de ciertos espacios académicos. Disputas entre disciplinas científicas. De ahí que un congreso de antropología sea importante no solo al interior de la antropología misma sino que también sirve consciente o inconsciente mente para posicionar a la antropología en el marco global que mundo científico.
Así llegamos al secreto mejor guardado de la antropología argentina de los últimos años. Me refiero al X Congreso de Antropología Social realizado entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre de 2001. El titulo del Congreso fue significativo “La Antropología Interpelada: Nuevas Configuraciónes político-culturales en la Argentina”




El congreso consto de 52 grupos de trabajo, 7 Muestra de Fotografías, 14 presentaciones de libros, 11 Mesas redondas y 5 foros. Imagínense que semejante cantidad de presentaciones y exposiciones de trabajos en tan solo 4 días supone una enorme superposición de acontecimientos y espacios. En el congreso de antropología todo sucedía al mismo tiempo. Imposible participar de más de un grupo de trabajo, imposible tener más de una pregunta.
El texto presentación del programa rezaba “Los procesos de transformadores a los que esta asistiendo la región colocan a nuestra disciplina ante un compromiso y también frente a una oportunidad. Se trata de un tiempo histórico donde las mayorías postergadas y marginadas durante décadas, en particular en los años ’90 (…) han asumido a través de los procesos democráticos mayor protagonismo en la conducción de sus estados”. La pretensión política esta muy clara en la presentación, incluso la postura. Lo que no vimos es como se articula en el congreso. Ni que postura metodológica científica o política, respecto a estos cambios propone la antropología argentina. Que se nos presenta aquí como una ciencia ambigua, con preocupaciones ambiguas “los procesos transformadores” el “protagonismo en la conducción de los estados” ¿En que momento los interpeladores de la antropología piensan precisar esos conceptos? Sino tiene la suerte de que los ponentes que pagan para exponer investigue alguno de estos temas, el congreso perderá su objetivo. Sin embrago, un uen lugar para precisar estas preocupaciones, se me ocurre son las conferencias, porque es allí donde los organizadores del congreso pueden convocar a alguna voz de la antropología local, para que se pronuncie sobre estos temas. O pueden ellos mismos pronunciarse al respecto. Además de la ceremonia de apertura donde hablo el antropólogo Francés Michel Agier, el congreso apenas tuvo dos conferencias: del antropólogo mexicano Eduardo Luis Menedez y del antropólogo Colombiano Eduardo Restrepo. Es decir, la antropología argentina, que auspicia un congreso de antropología, tiene poco o nada para decir en conferencia. Traemos antropólogos como si fueran actores de Star Trek para nos cuenten cosas lindas y llenen los auditorios. No digo que haya estado mal la participación de estos antropólogos. Me preocupa que estén solo ellos. Restrepo dijo cosas muy interesantes sobre las antropologías periféricas y como en su trabajo de investigación pueden construir vínculos de discurso y de lucha con causas relegadas de la arena política nacional. Un ejemplo de esa trayectoria podría todo el trabajo que muchos antropólogos, liderados por Hugo Trinchero, han venido realizando en todo el movimiento de fábricas recuperadas. Sin embargo el congreso no considero oportuno que Trinchero diera una conferencia. NI trinchero, ni Boivin, ni Reynoso, ni Briones, ni Grimberg, ni Margullies, ni Neufeld. Nadie. Nadie esta a la altura de una conferencia. Hacer una conferencia, puede significar sentar una posición, impugnar, reafirmar, hacer un comentario sobre un estado de cosas. Parece que no es el objetivo del congreso. A menos que a alguno de los invitados se le ocurra hacerlo. Tampoco es la intención generar documentos sobre esa tan mentada interpelación antropológica.



El dispositivo Ritual.



Marc Auge, en “hacia una antropología para los mundo contemporáneos” (1994) plantea la necesidad de ciertos rituales “cuya ausencia hace sentir mas su necesidad”(88) la importancia simbólica de los rituales, se vincula con la función que cumplen para constituir identidades en oposición a la alteridad. Identidad y alteridad como dos polos en la construcción del otro. El endurecimiento de las categorías de identidad, nuestra búsqueda casi obsesiva de quienes somos significa “el predominio de la lógica de al identidad sobre la lógica de la alteridad: en la imposibilidad de concebir a otro como otro (aquel que no es semejante a mi, ni diferente a mi, pero esta relacionado conmigo) se ha hecho de ese otro un extranjero.” Frente a esta crisis simbólica Auge habla de la necesidad de un nexo simbólico, “un dispositivo capaz de construir alteridad y además identidad relativa” (88) ese nexo, propone, será un ritual. El dispositivo ritual resolverá el problema de construir lo diferente, a partir de lo relativamente semejante.



Traigo esto, porque pienso que los congresos no son otra cosa que una suerte de dispositivos rituales que en términos de Auge construyen la identidad y diferencia de una disciplina. Al interior de la misma y frente al resto de las demás disciplinas. Pensado así, como lo pensaría un antropólogo, podemos decir que el congreso no ha cumplido con lo mínimo que se le puede exigir. Tal vez absorbido por su función curricular, ha dejado de lado la importancia de su función científica. Y es que la capacidad de acción de la ciencia, su posibilidad de intervención sobre lo social esta íntimamente ligada al discurso que de si construye sobre el campo social. Y a la manera en que pueda posicionarse ante el. La defensa de la metodología científica, el ejercicio de interpelación sobre la realidad puede ser un buen principio, si se excediera la frontera del catalogo. La ausencia de la necesidad de sentar posición, cualquier posición, puede significar el desinterés por intervenir en lo social.