miércoles, 24 de septiembre de 2014

Volver al género

Hace un tiempo, universo Retro inicio una experiencia editorial que merece algún comentario. Me refiero al título “antología de héroes argentinos”, que ya va por el volumen 4. El primero salió en julio de 2012 y desde la tapa prometía “historietas inéditas auto conclusivas” y enunciaba un pequeño seleccionado de Héroes nacionales. La propuesta es clara, juntar en un volumen a unos cuantos personajes con algún recorrido editorial que entren dentro del género de superhéroes. Así, los héroes que encontramos son algunos conocidos de le historieta editorial. En el primer número Cazador, Bruno Helmet, Carlitos, y KING COP. En el segundo se suman Animal Urbano, Bizancio, El Caballero Rojo y para el tercero se agrega Megaman.
La idea remite inmediatamente a “H de Heroes” otra revista auto gestionada que tuvo corta vida hacia finales del 90, producto de algunos alumnos de la eah. En donde vimos los primeros trabajos de un ya por entonces sorprendente Roberto Viacava. Unos de autores, Marcos Amarilla recuerda en su blog, algunas cosas sobre la experiencia:
“El tema del nombre de la revista fue un quebradezo de cabeza. Luis Díaz, que a la sazón también tomó el papel de editor del proyecto, estaba convencido de un nombre sencillo: Historias de Héroes. Dicho nombre no estaba mal, pero coincidían en que le faltaba "punch", le faltaba ese "algo" para convertirlo en un título único, que suene bien y que sea fácil de recordar. Y nuestro salvador fue Jeremías, quién al decir H de Héroes nos hizo ver una epifanía personal a cada uno... (jejeje, ya sé que ésto es un poquito exagerado, pero queda bien...).
El nombre estaba listo; el formato estaba listo; los equipos creativos estaban listos; la tapa, creada por Roberto y presente aquí a la izquierda, estaba lista. Se dejó el fanzine "Discípulos" en manos de otros alumnos de la Escuela de Historieta y pusimos manos a la obra. Aún quedaban unos meses antes de la convención de historieta Fantabaires 2000, calculando terminar el número 1 para presentarlo en dicha convención.”
H de héroes duro solo tres números y ofreció guiones bien construidos y dibujos efectivos. Es decir, historias bien contadas. La tensión interna sin embargo estaba presente en el objetivo de género, se trataba de algún modo de apropiarse de un género. De hacer historietas norteamericanas a la argentina. Y se enfrentaba, por ende, con la difícil tarea de crear “héroes argentinos”. Y quiero detenerme un poco en esa contradicción. Eso de pretender imitar géneros y productos de alguna manera atraviesa toda la producción historietistica nacional durante toda la década del noventa. Antes, si los autores hacían superhéroes era por capricho de algún editor que quería competir con editoriales mexicanas. En el escenario editorial habían muchos más géneros que los superhéroes. Cuando la industria despareció y solo quedaron superhéroes, la capacidad creativa de nuestros autores pareció verse disminuida. Así como la historieta se redujo al comic, la cantidad de personajes posibles se redujo también a esos sujetos con capa y calzoncillos encima de los pantalones. La comparación excluyente con el imaginario norteamericano volvía inviable al imaginario local. Es que pensando en superhéroes locales, el ruido resultaba abrumador, ¿quién va a creer a Superman volando sobre el obelisco? O para ser más exacto ¿quién va a creerse la historia de un tipo que se parece a Superman volando en una ciudad que no es metrópolis?
Cuestión aparte seria si pensamos ¿Por qué serán creíbles esos personajes en sus lugares de origen? Es decir, que hace creíble lo increíble. Parecemos aceptar de buen grado que la libertad creativa se ubique bien lejos de nuestras obras. La convención de nuestro imaginario, delimitado por la posición monopólica de los productores y el prejuicio lector no nos daba mucho margen. Algo ha escrito sobre esto nuestro buen amigo Sasturain. Y aunque he hecho algunas observaciones a su planteo, la idea de buscar la geografía de la aventura y pensar cómo se han construido sus convenciones resulta extremadamente interesante.
Ahora, supongamos que efectivamente los superheroes solo son posibles en esa tierra mágica, que es Estados Unidos. La tarea de argentinizarlos, implica la no menos difícil tarea de adaptar un imaginario, de deconstruir un género para cambiar el domicilio de la aventura (como diría Sasturain) y es una tarea francamente titánica. Porque implica desarmar esos imaginarios, abstraer estructuras, reconfigurar símbolos y sentidos. Por otro lado, jugar exitosamente en el delicado equilibrio de lo cotidiano y lo extraordinario que supone el género de superhéroes es algo en lo que no muchos han triunfado. Algo de eso estaba bien logrado en H de héroes y algo de eso es lo que persiste en el jugoso seleccionado de héroes que compone la antología de universo retro.


Entre el libro y la revista

Pero la diferencia de ambas experiencias no se remite solamente al “recorrido” de sus personajes. Aunque tanto “H de héroes” como la “antología…” coincidan en la elección del formato, aquella revista se proponía como revista y buscaba transitar los circuitos habituales de las publicaciones periódicas, esta última, en cambio (aunque casi con la misma cantidad de páginas) se propone como libro. Y recurre a la idea del género para aglutinar los sentidos dispersos de su propuesta. Algunos de sus personajes de hecho no cuadran del todo dentro del concepto de superhéroe. Pero el libro como formato hace ruido frente al concepto de antología. Se impone un hilo conductor, un nexo entre los objetos que integran el libro.
No sucede lo mismo con la revista de antología, y diríamos con la antología misma como concepto. Allí, la diversidad implica múltiples sentidos, se ofrecen muchas cosas y se apuesta a la variedad. La antología arrastra más lectores, colecta más inquietudes. No es casual que hayan reinado y reinen las antologías en los mercados de historieta más significativos del mundo, pienso en Japón o Italia (e incluso el nuestro cuando califico como tal) lugares donde los lectores leen muchas más cosas que los superhéroes. Un lector preferirá tal o cual historieta, pero podrá y (seguramente) también leerá las otras que capaz no llaman su atención pero están ahí, en condiciones de hacerlo. La antología así como ofrece mayor diversidad, propone un lector más curioso. No solo más receptivo hacia otras propuestas, sino más dispuesto a compartirlas. En otro extremo, en el libro como formato, el hilo conductor, esa clave semántica que le da unidad como libro, trabaja anulando la diversidad del formato antología. Y la convierte inmediatamente en un catálogo que varias formas de lo mismo. Traduce la diversidad en variabilidad. (No hay muchos objetos sino variaciones del mismo). Entonces la antología pierde aquí su principal valor, resulta un formato de coyuntura. Es la manera de obtener 85 páginas, en un contexto donde los autores trabajan ad honorem.



Lenguajes y mensajes. De la historia completa a la historia inédita auto conclusiva

Pero a la reflexión sobre el formato y la coyuntura le falta aún resaltar lo mejor que ha propuesto tanto la “antología…” como la temprana H de héroes. Y es que eso de volver al género ha devuelto a la historieta a su situación narrativa. Porque ha devuelto el centro al mensaje. He escrito ya algo sobre esa costumbre, bastante más enraizada y compleja de lo que parece, de situar al hecho artististico en la forma. Eso de creer que el arte habita en el decir, en cómo se dicen las cosas y no en las cosas que se dicen. Pienso ahora que esta tendencia tiene alguna relación con una mala lectura de Jacobson. Que cuando clasifico las funciones del leguaje, califico como función poética a aquella que no guardaba ninguna relación con lo dicho, para reducirse en una forma del decir. Así esta espantosa reducción convierte a la forma de decir en el decir mismo. McLuhan convertirá luego esta noción en el famoso precepto de “el medio es el mensaje”. Cuando en realidad la relación del mensaje con la función poética es bastante más compleja en el pensamiento de Jacobson. Veamos:
“La orientación (Einstellung) hacia el MENSAJE como tal, el mensaje por el mensaje, es la función POÉTICA del lenguaje. Esta función no puede estudiarse de modo eficaz fuera de los problemas generales del lenguaje, y, por otra parte, la indagación del lenguaje requiere una consideración global de su función poética.”(De Linguistica y poetica, 1960)

Aquí la función poética esta en relación con el mensaje, no se convierte en él. El leguaje como totalidad requiere atención hacia su forma de expresión. Jacobson prosigue luego un profundo análisis sobre la poética misma que no nos interesa aquí. Nuestra intención se limita a cuestionar la muy establecida idea de que el arte solo habita en la forma. Volveré a este tema en algún momento. Basta ahora pensar que el objetivo de genero de algún modo discute con este paradigma. El género como tal, ubica irremediablemente al hecho artístico fuera de la forma, para centrarlo en el contenido. Y es que inicialmente el género es una repetición de formas. Pero en un análisis más profundo un género es un imaginario posible, un horizonte creativo. Un conjunto de elementos, sucesos, acciones y circunstancias cuyas infinitas combinaciones producen infinitos contenidos de similares formas. Superficialmente todas las historias de Cowvoys se parecen (hay caballos, pistoleros, damiselas en problemas) pero en una lectura profunda (la única valida), son todas historias distintas. Y es que en el género, en cualquier género narrativo, no hay duda de que lo que importa es lo que se cuenta.
Y en este punto es donde encuentro la conexión de la “antología…” con la vieja tradición de historieta argentina. Durante el último tiempo de esplendor de la historieta argentina, en las tapas de las revistas (prácticamente en todas) se leía la promesa de “historias completas”. El concepto de completas viene a sintetizar la compleja disputa que la industria venia llevando contra la idea del “continuara”, que no era tanto problema del “continuara” (quiero decir, una historia por entregas) sino de producir intriga con muy pocas páginas en un lector cada vez expuesto a lecturas cada vez más complejas. A todos luces el problema del formato continuara no fue un problema del “continuara” sino de la extensión de la unidad narrativa. Lo que entro en crisis es la posibilidad de mantener la atención del lector con complejidades breves. El lector moderno está expuesto a muchísimos estímulos cognitivos, no basta la complejidad que se puede construir en 3 páginas de historieta para atraparlo. Y por otro lado está el concepto de “historia”. Prometer un relato, asegurarle al lector que aquí encontrara “contenido”. Las revistas clásicas no prometían determinados géneros, aunque los contenían en sus propios títulos (por ejemplo D’artagnan) pero los géneros poblaban las páginas de todas las revistas. Incluso Ramón Columba tenía una ingeniería de géneros y ordenes de lectura (la historia policial, la bélica, la de especias, la histórica, la adaptación de novelas). En inconsciente consecuencia con aquellas “historias completas”, las antologías actuales prometen “historias inéditas autoconclusivas”. Pero aquí, en otra diferencia, el género va por delante. Es preciso construir un hilo conductor, la lógica del objeto libro un poco nos conduce a eso. O tal vez para eliminar la diversidad, tal vez porque no conocemos más géneros, o porque solo podemos leer uno, o porque solo nos gusta uno. Sea como sea, eso de volver al género, aunque no lo planeemos, nos va obligar a contar historias. Y de eso se trata.