domingo, 3 de marzo de 2013

A propósito de los medios, desmarcando el concepto de cultura

Siempre me llamo la atención que en toda la bibliográfica de medios de comunicación, aquella que analiza la forma y el desarrollo de los medios, desde la imprenta al Internet (pasando por la radio y la televisión) se dediquen muy pocas reflexiones a la cultura. Es más, dudosamente pueda uno encontrar una sola mención, una definición o siquiera una especulación audaz o cobarde de lo que implican o pueden implicar los medios masivos de comunicación en el territorio de la cultura. La sustancia de los medios, parece, es la información, es decir aquello que se comunica. Y la información parece ser del todo ajena a la cultura. Son medios de comunicación, porque comunican y comunicar, nos dicen, no implica ningún aspecto ni proceso cultural. Sin embargo el lenguaje también comunica, es-en todo sentido- un medio de comunicación y las múltiples reflexiones sobre la incidencia del lenguajes sobre su sustancia, es decir, el discurso, las ideas, los mensajes, ha hecho a no pocos filósofos y lingüistas reflexionar sobre sobre la incidencia del lenguaje en el pensamiento humano. Cuál será la incidencia de los medios de comunicación en la cultura humana, es lo que nadie se ha sabido preguntar. Tal vez porque quienes preguntan no se han preguntado primero que es la cultura. Más bien se ha tomado un concepto estático. Relacionado a las obras artísticas, a la expresión humana. Y aunque la antropología lo ha debatido y rebatido hace tiempo, muchos estudiosos parecen no haberse enterado.


Identidad y diferencia: desmarcando el concepto de cultura



Habría que historiar el largo derrotero del concepto de arte, no una historia del arte, sino una historia de los sentidos que se le han otorgado al arte a lo largo del tiempo. Pero primero tal vez sea necesario decir algo sobre el concepto de cultura y lo que pasa con el ante la presencia de lo diferente. Pensar en diversidad, “las culturas” y no en “la cultura”. Pero la cultura como única, pensada en los términos absolutos de la propia identidad tiene un derrotero perfectamente identificable. La sociedad occidental y su expansión económica la llevo al encuentro, nada amistoso con otros pueblos. Y esos pueblos ocuparon un lugar inmediato en la maquinaria explotadora que el mundo andaba construyendo. Se precisaban esclavos y era necesario un discurso que vuelva humana la esclavitud. Que mejor que no considerar humanos a aquellos sujetos. Se llamó racismo, tuvo una forma evolucionista y un modo de asimilar las diferencias que perduro al racismo mismo. Los otros eran inferiores y fueron identificados desde la carencia. Eran pueblos “sin algo” sin capacidades intelectuales, sin lenguaje, sin historia, sin cultura. El otro, el oprimido, era un sujeto despojado de lo valioso y lo valioso era todo aquello que constituía nuestra identidad. Identidad y ausencia fueron las pautas de las primeras definiciones de cultura. Luego llegamos a ver distintos niveles de cultura, casi como una negociación con esos sujetos vacíos de historia y cultura, que desde su insistente presencia hacía tambalear todas nuestras formulaciones absolutas.



¿Pero qué pasaba con el arte? ES que esos otros también hacían música, hablaban entre si, y se expresaban de modos tan humanos como los nuestros. La cultura no había dejado de ser el dominio de la expresión artística y fue preciso explicar de algún modo tan irreprimible percepción, la de esos otros haciendo arte. Teniendo cultura. He escrito ya algo sobre la diferencia, ahora lo importante es a hablar de alta cultura y baja cultura. Que es el modelo que vino a explicar, a acomodar lo distinto dentro lo propio, anulándolo. Sin hacer peligrar nunca el sagrado privilegio de ser occidente. Así el concepto de alta cultura fue restrictivo, limitado a un reducido número de piezas artísticas que conformaron el corpus de lo culto, lo excelso, lo valioso. Del otro lado; la ausencia. No había salida, la cultura era una trampa de distinción. Y el arte su principal herramienta.



El primer paso para la antropología fue desarmar ese tejido. Demostrar que los diferentes no son tan diferentes. En “Los Argonautas del pacifico Occidental” Malinowski demuestra que los indios de las islas Trobbians tenían circuitos regulares para la circulación de bienes simbólicos que servían de base para una extensa red de circulación de bienes materiales: tenían economía. En “crimen y Costumbre” se muestra que antes sucesos particulares, que podrían desestabilizar el entramado social, los Indios Trobians tenían modos sociales de reaccionar y disciplinar, mecanismos de cohesión y coerción, como nuestra sociedad occidental. Todo esto implicaba arribar a un concepto amplio, dinámico de cultura, que nos permita ver la cultura en aquellos que, al parecer no tenían ninguna. En antropología hay miles de definiciones de cultura, se me ocurre ahora una de Cordeu, que estudiando mitos del norte argentino define cultura como “una configuración simbólica”, o la ya clásica de Geertz: la cultura como texto, un entramado de significados. La más clásica, de Malinowski “ese todo complejo que se divide en tres partes, lo político, lo económico y lo religioso”. Sea cual sea la definición que elijamos, algo es común a todas. La cultura debe contemplar todos los aspectos de la vida humana. Hay cultura en el las expresiones artísticas, pero también está en las costumbres, en el lenguaje, en la forma de respirar, en las formas de responder a distintos estímulos, en las distintas soluciones a los mismos problemas. La cultura es la solución del hombre ante dilema de existir en el mundo. La ruptura, el paso de la Naturaleza a la cultura, fue el tema excluyente de grandes debates antropológicos. La cultura vuelve diferentes a los pueblos. De ahora en adelante, para la antropología, la identidad no es ausencia sino diferencia.

Las sociedades y los medios.


Ahora, como se construye, se sostiene y se transmite una cultura, como se establece una manera de pensar, de reaccionar, como se modela una sociedad. Y principalmente, que rol juegan los medios masivos de comunicación en ese proceso. Malinowski y gran parte de los antropólogos que estudiaron la Cultura lo hicieron en sociedades donde los medios masivos de comunicación no existían. Lo que vieron y estudiaron estos antropólogos fueron las instituciones, los rituales y las redes de parentesco. Se trataba de comprender como se adquirían capacidades y perspectivas. Radcliffe Brown, en su clásico libro “Estructura y Función e la sociedad primitiva” hablaba de proceso cultural “La transmisión de formas aprendidas de pensar sentir y actuar constituyen el proceso cultural” y las instituciones formaban una pieza clave en este proceso de formación y transformación de los sujetos “La existencia de una institución se explica por la referencia a una serie compleja de hechos que constituyen una cadena casual de la que instituciones son resultado” (11 Radcliffe-brown). La Adscripción a una identidad supone también una adaptación a una forma social específica “Existe la forma en la cual la vida social se ajusta al ambiente físico, y podemos, si queremos, hablar de ella como adaptación ecológica. Existen, en segundo lugar, disposiciones institucionales gracias a las cuales se mantiene la vida social ordenada (…) Podemos llamar a esto, si queremos, el aspecto institucional de la adaptación social. En tercer lugar existe el proceso social mediante el cual el individuo adquiere hábitos y características mentales que le adaptan a un lugar en la vida social y el capacitan para participar en sus actividades” (17)



Desde las instituciones se imponen comportamientos que desde los rituales se reifican, se confirman. Lo que se estaba buscando era mapear de algún modo el complejo sistema de dispositivos que determinan e instituyen una forma de ver el mundo. A ese sistema de “parentesco-ritual-institución”, se le debe agregar, en la sociedad occidental o industrial, los medios masivos de comunicación. Si las instituciones modelan los comportamientos que los rituales fiscalizan y certifican, el parentesco además de establecer relaciones de obligaciones y reciprocidades, constituyen una red de comunicación donde circulan mensajes de justificación y argumentación, las redes de parentesco son también redes de comunicación, desde donde es posible naturalizar comportamientos. Uno se adapta primero a esa pequeña red de parentesco y luego a la extensa red social. En ese camino de aprendizaje y adaptación uno va adquiriendo, disputando, construyendo, una identidad. Los medios masivos extienden esa red de comunicación y trasmisión de capacidades. Así, el medio social interno que se formaba por el núcleo doméstico y red extensa de parentesco se multiplica ante la aparición de mensajes provenientes del universo no inocente política y económicamente que son los medios. Pero a diferencia de la red de parentesco que establecía un circuito de comunicación entre pares, con reciprocidades más o menos simétricas, la extensión de comunicación que suponen los medios es por definición asimétrica. No se dialoga con el diario, sino es publicando otro diario. Qué rol ocupan los medios y sus distintos dispositivos de comunicación a la hora de pensar el mundo, de construir y determinar algunos de nuestros comportamientos, nuestras maneras de ver la realidad es la pregunta pendiente.

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