jueves, 10 de abril de 2014

El Eternauta está solo.

De pronto el Eternauta tomó estado público. De pronto, luego de aparecer tan solo esporádicamente en algunas notas o suplementos culturales de diarios de izquierda y centro izquierda, empezó a participar de la agenda pública. Es decir atravesó las fronteras del ghetto, del culto especializado, del espacio marginal que ocupa junto al resto de la historieta argentina y se reencontró de golpe con un estado de masividad, que nos dicen, alguna vez tuvo. Pero quienes nos aseguran esto, sitúan cuidadosamente ese estado de masividad exclusivamente (y nunca fuera) en la década del 50. Como si RECORD no hubiese editado, agotado, y reditado mil veces al Eternauta durante la década del 80 (por ejemplo en 1981 Record lanzo una reedición coloreada en 11 fascículos. También tengo una edición original de 1994, por su parte clarín lo edito varias veces iniciado el 2000, Doeditores lo viene reeditando infinidad de veces desde entonces. Y se produjeron además 2 secuelas y una segunda versión con sendas reediciones cada una). ”
Alguien debería hacer una correcta cronología de las reediciones del Eternauta, tal vez descubramos que su mayor éxito editorial no corresponde a su edición original. Capaz incluso descubramos que la historieta argentina siguió siendo masiva después de la década del 50, o que incluso lo fue en mayor medida. Pero el caso del Eternauta, es decir, la particular concepción de masividad que se le asigna actualmente, nos ofrece muchas cuestiones para explorar los mecanismos de pasaje con los cuales algunos objetos pueden instalarse en ciertos universos de sentido. Es decir cómo pasan de un campo a otro. Como es que el Eternauta llego al diario.

Un debate serio sobre la historieta argentina.


En una charla organizada por la revista cultura y medios (dirigida por Gustavo López) Federico Grunaver (director de AGUA NEGRA) decía
“El Eternauta adquirió definitivamente el estatus de clásico. Su lectura histórica y política hace que mucha gente que quizás no lee historietas se acerque a un libro de historietas por primera vez. Pero, justamente, porque tiene tanto interés en sí mismo, es tan autosuficiente que no sé si estimula a que a partir de allí alguien diga "quiero seguir leyendo historietas, ¡dame más!". Te puede enamorar o fascinar esa historia, la figura de Oesterheld, etc.; pero convengamos en que es una historieta que tiene más de 50 años y tiene muy poco que ver con lo que se produce hoy. Me encanta que se hable mucho de El Eternauta, pero me deja un sabor un poco amargo, me molesta pensar que hace más de medio siglo que no producimos un clásico o, por lo menos, un best seller que le haga fuerza.
La primer pregunta sería ¿porque el ultimo clásico de la historieta argentina que identificamos es el Eternauta? y ¿Nippur de Lagash que es? Y ¿Dago, Savarece, que son? Se trata de historietas posteriores al Eternauta, que conocieron una masividad (recordemos que Nippur magnum vendía 130 mil ejemplares por mes en plena década del 80) y que sin embargo quedan siempre fuera del análisis. La pregunta sería entonces porque el Eternauta está solo. ¿Por qué la obra de Oesterheld no nos remite al resto de la historieta argentina? ¿Qué operación semántica se ha gestado para que la lectura de una historieta argentina no nos conecte con ninguna otra? ¿de qué modo interpelamos nuestras lecturas para que no nos digan o no nos puedan decir nada del contexto al que pertenecen, incluso aquellas que están profundamente marcadas por su contexto? ¿qué mecanismos permiten invisibilizar a sus autores y nos impiden conectarlas con obras semejantes? Y es que el problema no está en las obras, es nuestra forma de aproximarnos a ellas. No es que el Eternauta sea una obra autosuficiente, es que nosotros somos lectores sin inquietudes. En otras palabras, lo que nos hace buscar más obras semejantes o que guarden alguna conexión con las obras que nos gustan no está en las obras mismas sino en el espíritu de lectura con que leemos. La pregunta ahora, es como sería ese espíritu de lectura, como se construyó y como funciona.

Y no es una cuestión relacionada a las producciones artísticas sino con el universo mismo de la lectura, del consumo. Nuestra competencia de lectura se demuestra incapaz de identificar contextos, obras semejantes, autores, de construir catálogos de lecturas, de identificar ecos y relaciones de lo que leemos con otros textos. Identificar intertextualidades resulta ser un ejercicio imposible para nuestro espíritu de lectura. Hay una ausencia de información sin duda, pero hay también una ausencia de demanda de esa información.
Por otro lado tenemos que tener en cuenta que un best seller, en tanto éxito comercial depende siempre del mercado donde se produce. El primer Eternauta fue exitoso en plena formación del mercado editorial, las reediciones del Eternauta a las que aludimos al principio pertenecen a su vez a otro momento del mercado editorial, pero en expansión comercial y aun con capacidad de generar éxitos editoriales.
Los éxitos comerciales precisan ante todo una realidad comercial, un sistema económico que funcione y que sea capaz de expandirse. No tenemos best seller sencillamente porque no tenemos mercado. O en todo caso los éxitos actuales (Gustavo sala, si quieren) guardan las dimensiones del reducido mercado que tenemos. Sin embargo este detalle es llamativamente ignorado en muchos, sino en todos los análisis. A nuestras visiones de mercado siempre les falta, justamente, el mercado. Y de ahí que el sistemático silenciamiento sobre las populares revistas de Columba y las también populares publicaciones de ediciones Record nos impida ver sus “best seller”. En epistemología se suele decir que muchas veces solo podemos ver lo que nuestra teoría nos permite. Tal vez viene siendo hora de que revisemos las teorías con que miramos la historieta argentina.

Los traspasos del Eternauta


En el debate antes mencionado participa también Laura Vazquez que sostiene: “Se sabe que El Eternauta es una historieta… pero ¿se sabe quién la dibujo y quién la escribió? No es un problema de El Eternauta, obviamente. Lo mismo sucede con Mafalda, por ejemplo, o con Inodoro Pereyra. Funcionan como arquetipos sociales, como emblemas (en algunos casos), o como mitos de transformación, marcas populares, sentidos.” Esto nos devuelve a una nota que escribí hace bastante por acá, me preguntaba entonces sobre las intervenciones sobre lo masivo. Respecto a Columba preguntaba porque sus personajes no habían trascendido al universo de lo masivo, porque los medios cuando hablan de historieta argentina piensan en Mafalda, Inodoro Pereyra, Patoruzú, el Eternauta, pero no en Nippur o Dago. Todos, igual de exitosos, masivos y populares. Lo curioso, lo llamativo es que lo que no registra nuestra memoria es lo inmediatamente reciente.
El modo, la forma, y la circunstancia de porque algunos son clásicos de la historieta y se han convertido en iconos mientras que otros no, es algo que sin duda excede a la popularidad de las obras mismas. Bourdieu diría que tiene que ver con su posicionamiento simbólico dentro del mundo restringido del arte. Y el campo de posicionamiento es eminentemente político; se trata de un juego de “posiciones y toma de posición” donde el diverso posicionamiento de los artistas dentro del campo deriva en ciertas formas de autonomía. La autonomía y heteronomía en el pensamiento de Bourdieu tiene que ver con el grado de independencia y formación dentro de cada disciplina artística y marca su capacidad de “producir creencia” es decir, autoridad. Esa autoridad, esa creencia, es una forma de poder. Y permitiría intervenir dentro de otro campo (los medios masivos) y tal vez instalar iconos. Es el modo en que llegamos ubicar al Eternauta al lado de Mafalda.

Hay dos momentos, por un lado el rescate y puesta en valor crítico de la obra Oesterheld por parte de Sasturain a partir de artículos y publicaciones en medios no hegemónicos pero en un contexto en que los medios no hegemónicos participaban del mundo de lo masivo. Y aquí no se si Sasturain estaba capitalizando el asidero social del Eternauta o lo estaba construyendo. Pero lo cierto es que fue quien mejor describió, transformó, difundió y puso en valor la obra de Oesterheld en tanto obra artística. Este proceso, sin embargo, tuvo cierta discontinuidad luego con el particular e híper-concentrado escenario mediático argentino que se fue configurando en los 90, que se caracterizó (y caracteriza aun) por una gigantesca dependencia cultural. Y aquí sí, es el propio capital simbólico de Sasturain (acumulado en la década del 80) lo que le permite participar en lo masivo para hablar del Eternauta. De ahí en más, no es la crítica sino la autoridad del crítico lo que pone al Eternauta sobre la mesa. En algunos textos, Bourdieu ha problematizado las formas de poder que entrelaza este juego político de posiciones y tomas de posición, la producción de creencia remite a un poder interno al campo pero uno puede venir con un poder obtenido en otro lado. Con un capital y una divisa simbólica que cotice en muchos mercados. En una entrevista se lo interroga sobre su gusto particular respecto a un artista y responde “me repele utilizar la autoridad que puede darme mi competencia de analista para intervenir en el juego que analizo. La tiranía comienza, como observa pascal, cuando ejerce en otro orden (en este caso el arte) un poder adquirido en un orden (en este caso el de la ciencia)” (El sentido Social del Gusto, SIGLO XXI, 2012:275)

El segundo momento es la apropiación de sectores de la Cámpora de la imagen del Eternauta. Recordemos; hacia 2008 la Cámpora hizo unos afiches con la figura del Eternauta manipulada de modo que pareciera que el personaje dentro del traje aislante era Néstor Kirchner. El afiche venía a propósito de un acto político donde “Néstor le habla a la juventud” y que pretendía sostener el apoyo político a los primeros años del gobierno de Cristina K. La imagen hecha casi en tono cómico, conectó alguna fibra social particular y termino siendo casi un emblema de la Cámpora. Aquí el escenario es radicalmente distinto, porque la apropiación tiene un uso político, en el sentido tradicional de lo político.
Se basa en la particular trayectoria personal y tragedia familiar del mismo Oesterheld. Esa imagen del escritor de aventura que eligió “vivir” la aventura. Discutible en muchos sentidos, pero que activa de algún modo un sentido de militancia. A la vez que remite de manera directa a la represión política y cultural de la dictadura. La figura de Oesterheld, su obra trunca, esta indiscutiblemente ligada a imagen del desaparecido. Y no es casual por eso mismo que Oesterheld no solo haya desaparecido físicamente, sino que también haya desaparecido simbólicamente en el mapa de la cultura argentina. El Eternauta es el único best seller de la industria editorial argentina que nunca fue tapa de un suplemento cultural o literario. Hay una tapa de Ñ con Batman. Hay una tapa de Ñ también con Orson Welles pero no con el Eternauta y menos Oesterheld. EL uso político de la imagen del Eternauta, cargada de otro sentido, y en un marco de reivindicación de la cultura popular no del todo consiente, de algún modo ataca a esa desaparición simbólica. Tan en el corazón del sistema masivo es el ataque que por primera vez en la historia pudimos ver al hijo de uno de los más importantes editores de historieta argentina en un canal de televisión. Cuando Lanata entrevisto al hijo de Scutti para desautorizar el uso de la imagen del Eternauta. El incidente, tan particular, requiere un análisis aparte.

Las circunstancias del momento

Una nota del Diario Perfil (8/10/11) levantaba gran parte de la nota de Lanata. Allí aparecía Alejandro Scutti, a quien se presenta como “heredero de los derechos del Eternauta”. En la nota no se hace ninguna mención respecto a que las últimas ediciones han ido por cuenta de otros editores. Si se menciona que “En 1975 Ediciones Récord habría comprado todos los derechos de las obras de Oesterheld a un grupo de imprenteros de apellido Seijas.” También se señala “que La dictadura secuestró a Oesterheld en 1977, las Fuerzas Armadas ya habían hecho desaparecer a sus cuatro hijas, sus yernos, y hasta algunos de sus nietos. La última vez que se lo vio, según testigos, estaba en uno de los centros clandestinos de detención, fue en 1978.” Y se sostiene como al pasar “Hace más de treinta años que la disputa por los derechos de la obra de Oesterheld tiene a los tribunales como ring. Desde el regreso de la democracia, Elsa Sánchez de Oesterheld, su viuda, intentó demostrar en la Justicia que Ediciones Récord se quedó con el patrimonio intelectual de su marido, cuando ella estaba supuestamente “presionada” (SIC) por las circunstancias del momento. Algo similar intentó después de 2003 el dibujante Francisco Solano López.” Es sorprendentemente llamativo (sino vergonzoso) que el diario perfil haya resaltado la palaba “presionada” cuando párrafos antes, el mismo cronista nos informa que la familia entera de Elsa Oesterheld había sido secuestrada y asesinada por “las circunstancias del momento”. ¿Qué mayor presión puede haber?
En el año 2007, Solano Lopez es entrevistado en la revista El abasto y respecto al tema de derechos precisa un poco más las “circunstancias del momento”, dice: “Cuando me fui la segunda vez, escapando con mi hijo, que se había metido con los montoneros, no me preocupé por el aspecto legal de El Eternauta, entonces, para el editor, fue toda una paponia. Dijo, «todo para mí». Ni sabía dónde estaba yo y le hizo firmar un contrato a la viuda de Oesterheld y se quedó con todos los derechos. Hoy la viuda y los nietos de Oesterheld ya recuperaron los derechos, yo aún estoy en acciones legales por ese tema. Ese editor se aprovechó de que Oesterheld estaba perseguido en los años setenta y yo exiliado para quedarse con los derechos. Cuando volví, en el ´94, empecé a poner todo eso en movimiento, pero los juicios se demoran mucho.”

Del silenciamiento a la represión

Scutti afirma haber ganado el juicio mientras que las posteriores ediciones del Eternauta (como se observó, hechas por otras editoriales, entre ellas el mismísimo grupo clarín) parecieran indicar lo contrario. Pero el hecho llamativo es la reacción de Scutti y las derivaciones que se pueden extraer de esa reacción. Sostiene: “al personaje no lo están usando como El Eternauta, hay una deformación. Se trata de un personaje de cómics. Tratan de poner a Kirchner como un héroe colectivo, es una deformación. Están haciendo una campaña para hacer creer a los chicos que Kirchner es un héroe, hay mucha gente a la que esto no le agrada. Más allá de que la viuda de Oesterheld diga que no le molesta”. Nótese que tanto para el cronista de perfil como para el “heredero de los derechos” no parece tener ninguna importancia lo que opine o piense la familia de Oesterheld o el mismísimo Solano Lopez. Y la opinión que se plantea es claramente una opinión política “tratan de poner a Kirchner como un héroe colectivo” “hacer creer a los chicos que Kirchner es un héroe” más que el análisis de un editor parece un comentario político de un franco opositor al gobierno. Sin comentar eso de “no lo están usando como el Eternauta” ahora los personajes tienen usos ¿Cómo se usara al Eternauta?
El punto es que nunca antes se mencionó al Eternauta en un medio masivo de comunicación. Nunca antes como ahora que fue significado socialmente por una agrupación política. Podemos preguntarnos por qué el panorama que se ha creado es tan cerrado. Porque el Eternauta no tiene contexto. Podemos decir que hay mucha más historieta, y que Alfredo Scutti (el amado y odiado padre de Alejandro) fue uno de los más importantes editores de historieta que tuvo la argentina (y tal vez uno de los más importantes del mundo, porque a fin de cuenta editores de historieta tampoco hubo tantos) podemos aprovechar y nombrar a la revista Skorpio pero no. En vez de eso la intervención se limita a decir que estábamos mejor cuando no se nos nombraba. Que el Eternauta es otra cosa, de la que mejor no hablar. Que Kirchner no es un héroe. Que nos molesta que unos pibes lean el Eternauta y produzcan con él, sentidos políticos que no nos agradan, que nos molesta a fin de cuenta, que sea popular. Se nos dirá que la Cámpora está capitalizando un objeto popular para ser populares ellos. Pero hemos visto que los medios masivos jamás se interesaron en el Eternauta hasta que el interés implico un uso político. Los medios han dedicado muchas más notas a la Cámpora que al Eternauta. Y a fin de cuentas (o al principio) la nota de perfil, como la de Lanata, también tiene intención política. Decirnos a todos que Kirchner no es un héroe. En este segundo momento fue la política, que promovió la imagen del Eternauta en los medios masivos. Scutti jamás volverá a aparecer por canal 13, ni para hablar de Skorpio, ni de su padre, ni de los grandes momentos de Ediciones Record. Su aparición se limitó y se limita al uso (político) de un testimonio aislado (y dudoso) de la crueldad y los atropellos del kirchnerismo que parece atreverse a todo, incluso a leer historietas.

Sentidos excluyentes de lectura.


Los medios, conviene recordarlo de vez en cuando, producen realidad. Informando ciertos acontecimientos y silenciando otros, articulando sentidos para interpretar esos hechos, proponiendo claves de lectura. Pero principalmente construyen mecanismos para aislar esos hechos que comunican, para hacer imposible para el lector cualquier conexión lógica que desafié la interpretación propuesta. Así es como construyen una mirada del mundo y pensándolo en términos de reflexividad, al mundo mismo. Pero esta realidad, no es realidad sino representación. Y es aquí cuando el poder de los medios encuentra sus límites. No pueden inventar cualquier cosa, deben, de algún modo, establecer alguna relación con el mundo real. Y lo hacen por medio de los hechos, que efectivamente suceden, pero que son traducidos en términos de aquellas claves de lectura con que producen su realidad mediática. Así, hay casos de inseguridad que califican como tales (un punga robando carteras) pero por ejemplo hay casos de inseguridad (un comisario y un juez que amparan delincuentes) que son ubicados con otra etiqueta dentro de otro sector del diario. ¿Acaso algo genera más inseguridad que un comisario y un juez cobrando a los delincuentes para dejarles hacer?

Las veces que se menciona algún personaje no icónico de la historieta argentina suele tener un carácter disruptivo. Por ejemplo, hace un tiempo, el mismísimo Lanata (en la siempre siniestra radio Mitre) le hizo una entrevista a Enrique Piñeyro, que hasta hace poco andaba barajando la posibilidad de hacer una película sobre Nippur –ignoro como sigue el tema- . La entrevista era por otra cosa, sobre lo malo que es el gobierno kirchnerista y la perorata habitual del multimedio opositor. Sin embargo al final de la nota, le pregunta (a modo de cortesía) en que está trabajando.
Y Piñeyro dice “estoy haciendo una película de Nippur” y lo dijo como tirando un bomba, un notición. Lanata admitió que no sabía que era Nippur, uno de sus colaboradores dijo que era un personaje muy famoso de historieta. Evidentemente su colaborador mantiene con la realidad una realación que excede la mediación del grupo clarín, sino jamás hubiese conocido a Nippur y la situación hubiese sido mucho más extraña.

El tema es que hay otro tipo de acontecimientos, de realidades que no llegan al diario. Que no son percibidas como realidad, que permanecen en las sombras hasta que algún suceso extraño llame la atención sobre ellas. Una de esas realidades es sin duda la historieta argentina. Pero incluso cuando el suceso extraño aparece (sean los artículos de Sasturain, la Cámpora, la película de Piñeyro), la incursión de esta realidad al sistema complejo de sentido que construyen los medios no es gratuita. Y es que al incorporar un objeto los medios le otorgan también un sentido, despojándolo del propio. Que se amolda al contexto que ese medio construye, a su realidad. Y para este universo de sentido, no es difícil advertirlo, el Eternauta es una palabra muerta. Que no puede y no debe ser releída, reinterpretada, reapropiada, que no puede producir cultura. Rescatada de un cementerio de otras palabras muertas (que nos cuidamos de no pronunciar jamás) y traída artificialmente a la vida para ocupar algún lugar vacante en una realidad mediática que no estamos dispuestos a desafiar.
El problema finalmente estriba, no solo en las mecánicas de sentido que los medios imponen para el silenciamiento y la omisión, sino también en nuestra incapacidad de interpelar nuestras lecturas. Incapacidad que bien puede ser la característica decisiva del mercado de consumo cultural en el que nos hemos educado. Incapacidad de no poder preguntarnos, en síntesis, quien hizo el Eternauta. Que otras historietas hizo. Que otras cosas había y hay allí donde estuvo y estaba el Eternauta. Porque a pesar del título de esta nota, el Eternauta nunca estuvo solo.

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